El ultraconservador Mahmud Ahmadinayad es el nuevo presidente de la República Islámica de Irán.

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La victoria del ultraconservador Mahmud Ahmadinayad significa el golpe de gracia a los ocho años de esfuerzo reformista y el viraje de Irán hacia la senda más reaccionaria y la interpretación más estricta del régimen teocrático. Según datos oficiales, el ex alcalde de Teherán obtuvo el respaldo de 17'2 millones de iraníes (un 61'9% del total de votos). A su rival solo le votaron 10'4 millones de ciudadanos, un 35'6%. El índice de participación fue de un 61'4%.

Estas cifras vuelven a poner de manifiesto las carencias de las encuestas en Irán, que vaticinaban un desenlace muy ajustado. Lo que se ha llevado a interpretar de sorpresa y arrollador el triunfo del líder integrista. La llegada al poder de Ahmadinayad también supondrá el fin de una de las imágenes más típicas de los presidentes de Irán, religiosos vestidos con largas abayas y tocados con turbantes blancos o negros, dependiendo de si pertenecen o no a la estirpe del Profeta Mahoma.

Ahmadinayad, que se ha presentado durante toda la campaña como el «mardomyar», vocablo persa que significa «amigo del pueblo», viste como la mayoría de los iraníes, con pantalón y chaqueta occidental, y sin la corbata prohibida por la Revolución Islámica. Su victoria ha supuesto una derrota humillante para su rival, el conservador moderado Hachemi Rafsanayani, quien a pesar de sus esfuerzos no pudo desprenderse de la mala sensación que dejaron en el pueblo los escándalos de corrupción que salpicaron sus últimos años de mandato (1993-1997).

Pese a su discurso duro, Ahmadinayad no se ha cansado de hablar del reparto de la riqueza y de apelar al principio de «justicia social» que enarboló la Revolución Islámica. Desde que la primavera de 2003 saltara del anonimato político a la alcaldía de Teherán, uno de los puestos más representativos del régimen, ha mostrado una imagen de hombre sencillo, honesto, recto y comprometido con los valores tradicionales.

Nada más convertirse en regidor, ordenó el cierre de los restaurantes de comida rápida que proliferaron durante el gobierno del anterior regidor reformista, restringió la actividad de los centros culturales, y alentó la fundación de centros de enseñanza y difusión de los valores del Islam. Incluso ordenó retirar de las calles de la ciudad una campaña de publicidad que utilizaba la imagen del famoso jugador británico de fútbol, David Beckham, por considerarla irrespetuosa con los principios de la Revolución Islámica. Además, recomendó a los funcionarios municipales que dejasen crecer y poblar sus barbas, y que vistieran mangas largas.