La Autoridad Nacional Palestina (ANP) busca con ahínco la
colaboración de Egipto ante el temor de que tras la retirada
israelí Gaza quede aislada y se convierta en una gran prisión para
sus habitantes.
Esta inquietud le llevó ayer al presidente de la ANP, Mahmud
Abbas, a viajar a El Cairo antes de que Egipto e Israel cerraran el
acuerdo definitivo para el despliegue egipcio en la frontera con
Gaza.
Abbas entró en el país vecino con una explícita declaración de
intenciones: lo hizo a través del paso fronterizo de Rafah, la
única puerta entre Gaza y Egipto, sellada desde que hace cinco años
estallara la segunda Intifada palestina.
«Omar Suleiman (director de los Servicios Secretos egipcios)
viajará el próximo lunes para tratar el asunto (de Rafah). La
resolución de esta cuestión determinará si Gaza se convierte en una
prisión o no», anunció el líder palestino tras reunirse con
Mubarak. Tanto el régimen egipcio como la ANP desean que el
conflictivo paso sea reabierto, ambición a la que Israel pone
objeciones. Pero los palestinos tampoco confían demasiado en la
buena fe de sus vecinos egipcios.
Por otra parte, El Ministerio de Justicia israelí emitió ayer
varias órdenes de expropiación de parcelas de tierra palestinas
-algunas de ellas habitadas- para proseguir la construcción del
muro de seguridad de Cisjordania en torno al asentamiento de Maaleh
Adumim -el más grande- que de este modo quedará unido a Jerusalén.
La decisión fue condenada. «Sólo servirá para minar cualquier
esfuerzo de retomar las negociaciones», dijo Saeb Erekat.
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