Los cientos de zapatos perdidos durante la avalancha llevaban al delirio a quien contemplaba la escena.

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EFE/FRANCE PRESS-BAGDAD
Una de las principales fiestas chiíes en Irak se tiñó ayer de sangre y se convirtió en una de las peores tragedias sufridas por el país. Según las últimas cifras facilitadas por las autoridades, un total de 965 personas murieron y 328 resultaron heridas en la avalancha, ocurrida cuando comenzó a circular el rumor de que había un terrorista suicida entre la multitud que cruzaba un puente sobre el río Tigris, en el barrio Al Kadimiya.

Parte de la turbamulta que cruzaba el puente quedó atrapada junto a una de las vallas, que cedió y provocó que cientos de personas cayeran al vacío y el río Tigris se poblara de cadáveres y heridos que gritaban con desespero auxilio. Fuentes médicas indicaron, por su parte, que muchos de los heridos presentan lesiones extremadamente graves y que existe un importante número de desaparecidos, por lo que no se descarta que la cifra de víctimas aumente en las próximas horas. La mayoría de las víctimas son ancianos, mujeres y niños chiíes que se precipitaron desde el puente a unos 30 metros de altura. Para evitar tensiones entre las dos comunidades, el jefe del Gobierno iraquí dirigió un discurso a la Nación, en el que pidió que las diferentes entidades políticas y religiosas del país «trabajen por la unidad del pueblo de Irak para continuar el proceso» de transición democrática. «Hay que mostrar a todo el mundo que lo que ocurrió hoy nos impulsará para preservar la unidad del pueblo, y que nuestra palabra seguirá estando unida», dijo Yafari.

Poco antes de la tragedia, siete fieles murieron y cerca de 40 resultaron heridos en un ataque con morteros contra la mezquita del Iman Musa al Kadem -una importante figura para los chiíes-, en el mismo barrio, donde se encontraban ayer centenares de miles de fieles.

Esta es la catástrofe más grave ocurrida en Irak en la últimas décadas y la segunda estampida más cruenta durante una peregrinación habida en el mundo en los últimos treinta años.

El primer ministro iraquí, Ibrahim al Yafari, instó a los iraquíes a mantenerse unidos para continuar el proceso de transición democrática del país, tras la estampida. Yafari acusó a «algunos malos» de propagar los rumores, mientras que el presidente de Irak, de visita en Moscú, responsabilizó directamente de la tragedia a la organización Al Qaeda en Irak, que dirige el terrorista jordano, Abu Musab al Zarqaui.

Precisamente, el grupo radical iraquí «Yaish al Taifa al Mansura» (Ejército de la Secta Victoriosa), suní, presuntamente vinculado con Al Qaeda, asumió la autoría del ataque con proyectiles contra la mezquita. En un comunicado difundido en Internet y reproducido por la televisión Al Arabiya, el grupo radical afirmó que cometió el atentado en represalia por lo que calificó de «matanzas que los chiíes cometen contra los suníes».

Varios líderes políticos y religiosos suníes han acusado recientemente a efectivos de antiguas milicias chiíes, que se integraron en las fuerzas de seguridad, de secuestrar y asesinar a miembros de la comunidad suní. Por su parte, dirigentes chiíes responsabilizaron en el pasado a «terroristas» suníes del asesinato de decenas de miembros de su comunidad, incluidos varios clérigos.