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NAMIR SUBHI-BAGDAD
Los funerales por los casi mil peregrinos muertos en una avalancha ocurrida en un puente de Bagdad comenzaron ayer en Bagdad bajo una cortina de intenso dolor nacional que ha relegado la enconada lucha política.

Siete personas murieron y cerca de 40 resultaron heridas en el atentado, cuya autoría asumió un grupo de Al Qaeda. Poco después, corrió el rumor de que había un suicida entre los peregrinos que cruzaban el puente sobre el río Tigris.

Las últimas cifras proporcionadas por la vicesecretaría del Ministerio de Interior establecen en 965 la espeluznante cifra de muertos y en más de 815 la de los heridos, algunos de ellos todavía en estado de extrema gravedad.

«Las víctimas están repartidas por seis hospitales, que están abarrotados, y es muy difícil fijar una cifra. Además algunos de los heridos se encuentran muy graves», explicó el portavoz del Ministerio de Interior. La tragedia se desató poco después de que tres proyectiles de mortero cayeran sobre una muchedumbre que peregrinaba a la mezquita del Imán Musa al Kadem.

La noticia desató el pánico entre los fieles, que comenzaron a correr en todas las direcciones. Parte de la turbamulta quedó atrapada junto a una de las vallas, que cedió y provocó que cientos de personas cayeran al vacío y el río Tigris se poblara de cadáveres.