Esta primera derrota que sufre el líder laborista desde que llegó
al poder en 1997, que muchos achacarán a su arrogancia y excesiva
confianza en sí mismo, erosiona su autoridad y alimentará con
seguridad las especulaciones sobre su futuro político. Los
argumentos de que las fuerzas de seguridad necesitaban un plazo
adicional tan amplio para interrogar a los sospechosos y
desarticular las redes terroristas pudieron finalmente menos que
los escrúpulos de quienes temen un recorte de las libertades
civiles bajo el pretexto de la lucha antiterrorista.
Pese a su teórica mayoría parlamentaria de sesenta y seis
diputados laboristas, el Gobierno perdió la votación por 322 votos
frente a 291. A cambio se aprobó por 323 votos frente a 290 una
enmienda alternativa, que gozaba de amplio consenso en la Cámara,
por el que el plazo actual se dobla a veintiocho días.
De poco le ayudaron esta vez a Blair sus reconocidas dotes de
persuasión para convencer a los rebeldes de su propio grupo y a la
oposición, que dudaban de que fuera necesario concederle a la
Policía los noventa días que ésta reclamaba con fuerza para cumplir
su tarea. Tampoco sirvió de nada obligar a dos de los ministros, el
de Asuntos Exteriores, Jack Straw, y el de Finanzas y aspirante a
su sucesión, Gordon Brown, a suspender sus viajes por el extranjero
para regresar urgentemente a Londres para participar en una
votación que se adivinaba muy reñida.
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