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En la vigésimo primera noche desde el inicio de la ola de violencia urbana, la Dirección Nacional de la Policía Nacional (DGPN) constató una «vuelta a la normalidad en toda Francia». Se contabilizaron «sólo» 98 vehículos quemados, lo que ronda la media de cien que hay en una noche cualquiera en Francia, y no hubo ningún enfrentamiento con las fuerzas del orden, ni incendios de edificios públicos o privados, aunque sí se produjeron 33 arrestos.

El texto, de tres artículos -aprobado ayer por el Senado y la víspera por la Asamblea Nacional-, prevé la suspensión de esa medida de excepción en todo momento, si se confirma de forma duradera la normalización progresiva detectada en las últimas noches. El Gobierno conservador de Dominique de Villepin considera «necesaria» esa prolongación debido a las «tensiones» que aún se constatan en ciertos suburbios, según el ministro de Interior.

En total, según un balance policial, 9.071 vehículos han ardido desde que estalló la revuelta en los barrios conflictivos el pasado 27 de octubre, tras la muerte accidental por electrocución de dos adolescentes en Clichy-sous-Bois, a las afueras de París. Una vuelta a la calma que coincide con la adopción definitiva por el Parlamento del proyecto de ley que prorroga tres meses el estado de emergencia, en vigor en Francia desde el pasado día 9.

Sarkozy apuntó como responsables de los alborotos a los integrantes de «ciertas bandas que se rebelan cuando la República reconquista los territorios que ha abandonado demasiado tiempo». Tras anunciar que está determinado a continuar con esa «reconquista», lanzó: «¡Ha llegado la hora de la verdad!».

Una línea de firmeza de la que ya ha cosechado los primeros réditos en términos de popularidad, pues, según un último barómetro, ha subido once puntos y se sitúa a la cabeza de los políticos preferidos de los franceses, con un 63 por ciento de opiniones a favor.