Alemania, el último país golpeado por el secuestro de un nacional
en Irak, no participa en la operación militar en ese país y el
anterior Gobierno germano trató incluso de impedirla, pero está
involucrado en programas para la promoción de la seguridad y
fortalecimiento de la joven democracia iraquí.
Justo una semana después de asumir el gobierno, Merkel compareció
ayer ante la prensa para confirmar oficialmente el secuestro el
pasado viernes del primer ciudadano alemán en Irak. «Partimos de la
base, según las informaciones de que disponemos hasta el momento,
de que se trata de un secuestro, que condenamos con la máxima
contundencia», dijo Merkel.
No está confirmado que el secuestro de Susane Osthoff,
arqueóloga de 43 años convertida al islam, tenga trasfondo político
o se trate de una acción de castigo a la colaboración de Alemania
con el nuevo Gobierno iraquí. Tampoco está claro que los captores
sólo pretendan con esta acción mejorar su capacidad financiera para
otros cometidos.
Lo cierto es que se trata de la primera persona alemana
secuestrada en Irak, cuestión que ha consternado al país, que se
creía fuera de peligro por su negativa a participar en la guerra, y
ha colocado a la canciller, Angela Merkel, ante su primera
situación de crisis internacional.
La canciller concluyó su breve intervención aseverando que el
«gobierno hará todo lo que esté en su poder» por lograr que tanto
Osthoff como su chófer, secuestrado junto a ella, sean
liberados.
El Gobierno alemán dio a entender poco después que mantiene
contactos en relación con el secuestro de Osthoff pero rehusó
entrar en detalles sobre la naturaleza de los mismos.
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