Recordó, en su discurso de investidura, que el 62 por ciento de los
bolivianos son indios y, sin embargo, históricamente «han sido
«marginados, humillados, despreciados, condenados a la exclusión».
«Jamás nos reconocieron como seres humanos siendo dueños absolutos
de esta noble tierra», remarcó al mostrar su deseo de vivir en
igualdad con los que han llevado a cabo las políticas
discriminatorias en su país.
Tras recibir los símbolos patrios -la banda y medallas
presidenciales-, Morales pidió un minuto de silencio por quienes
cayeron a lo largo de la histórica lucha revolucionaria y mencionó,
entre ellos, a Manco Inca, Tupak Katari, Ernesto Che Guevara y Luis
Espinal. Incluyó entre los homenajeados a «los miles de cocaleros
de la región central del Chapare, a los ciudadanos de la ciudad de
El Alto, a los mineros y a millones de seres humanos caídos en toda
América».
«Tampoco estamos para seguir llorando por los 500 años porque
estamos en época de triunfo, de alegría, de fiesta», enfatizó, en
alusión a la colonización española. Poco antes, había tomado
posesión su vicepresidente García Linera, también con la mano en el
corazón y no de la forma tradicional, que consiste en hacer una
señal de la cruz con los dedos de la mano derecha. García Linera
dijo que este Gobierno volverá a unir a Bolivia tras un período de
inestabilidad política y social, «pero no sobre las bases de la
injusticia, de la inmoralidad, el racismo».
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