Saadat -que se entregó con las manos en la cabeza- y dos de sus
lugartenientes están acusados por Israel de ser los instigadores
del asesinato de Zeevi en un hotel del norte de Jerusalén, en
octubre de 2001. Desde entonces, Israel ha perseguido a los tres
hasta la mismísima mukata de Ramala, donde hallaron refugio bajo la
tutela del entonces presidente de la ANP, Yaser Arafat. Gracias a
un acuerdo diplomático en 2002, Israel aceptó su traslado a la
cárcel de Jericó pero bajo la supervisión de observadores
occidentales.
La operación comenzó veinte minutos después de la salida de los
observadores extranjeros, con un asedio a la prisión que dio lugar
a sucesivos tiroteos y bombardeos en los que murieron tres
palestinos, entre ellos un preso y un policía de la Autoridad
Nacional Palestina (ANP). Otros veinte resultaron heridos. En total
salieron de la prisión uno 250 presos y policías palestinos, de los
cuales el Ejército liberó a 76 por no estar acusados de delitos
contra Israel y el resto está siendo interrogado.
La operación israelí fue provocada por la salida de los
observadores, que consideraban que su seguridad ya no estaba
garantizada por la ANP, y por las recientes declaraciones del
presidente palestino, Mahmud Abás, y del primer ministro designado,
Ismail Haniye, favorables a una liberación.
Durante el asalto, el Ejército israelí prohibió la entrada a la
ciudad tanto a civiles como a periodistas, y desplazó a la zona
numerosos contingentes militares y policiales de asalto, así como
tanques y helicópteros.
Pero el asalto israelí tuvo graves repercusiones en Cisjordania
y Gaza, sacudidas ambas por una ola de violencia sin precedentes
contra occidentales. Fuentes de la seguridad palestina han
confirmado el secuestro de al menos once extranjeros, así como el
asalto a sedes diplomáticas y culturales de Estados Unidos, la UE y
Gran Bretaña.
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