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EUROPA PRESS-NUEVA YORK
La satisfacción de los bienes de consumo ostentoso depende, antes que nada, de una industria que crea estos deseos artificales a través de la publicidad. Semejante argumento en contra del consumismo innecesario, explicado con su habitual sentido didáctico del lenguaje, convirtió al liberal keynesiano John Kenneth Galbraith en uno de los economistas más leídos, valorados y populares de todos los tiempos.

Galbraith, canadiense de nacimiento y profesor de la Universidad de Harvard desde 1949, asesor de varios presidentes demócratas de EEUU -como Franklin D. Roosevelt, Harry S. Truman, John F. Kennedy o Bill Clinton-, y autor de numerosos libros sobre economía, falleció el sábado, a los 97 años de edad, por causas naturales.

Su popularidad llegó sobre todo con la publicación, en 1958, de 'La sociedad opulenta', en la que advertía de las limitaciones de la prosperidad norteamericana y denunciaba la economía que se nutre de necesidades artificiosas.

En esa obra, el economista criticaba con dureza la producción de bienes destinados al «consumo ostentoso», con el argumento de que «no se puede defender la producción que satisface estos deseos, si es la misma producción la que los crea». La envidia por el automóvil ajeno, según Galbraith, es «mucho más dolorosa que la necesidad de comer si uno tuviera hambre».