Un grupo de iraquíes se manifiesta en contra de la condena al ex dictador Sadam Husein.

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EFE-BAGDAD
El presidente iraquí, Jalal Talabani, -que en el pasado firmó una petición internacional contra la pena de muerte- recordó en París que, a pesar de que la oficina del presidente debe ratificar la sentencia de muerte contra el ex presidente iraquí, Sadam Husein, su firma personal «no es necesaria», ya que legalmente se admite la de un vicepresidente. Asimismo, advirtió que, a su juicio, Sadam debería ser juzgado por todos sus crímenes antes de cumplir el castigo. Por su parte, la canciller federal alemana, Angela Merkel, y el primer ministro británico, Tony Blair, se unieron hoy a las voces de la Unión Europea para mostrar su firme rechazo a la pena capital, a la que fue condenado el ex presidente iraquí. Mientras, en Irak continuaban las celebraciones y contramanifestaciones por la sentencia al dictador y el toque de queda sigue vigente en la capital y en dos provincias suníes y las fuerzas de seguridad se mantienen en alerta. Merkel, aunque partidaria de la necesidad de juzgar en un Tribunal «los crímenes» cometidos durante el régimen del ex dictador iraquí, por ser lo «correcto», rechazó la condena capital contra Sadam, ya que es contraria a los valores que postula la UE. «Es correcto que los crímenes del antiguo régimen iraquí hayan sido juzgados, pero no aprobamos el modo de hacerlo», añadió.

«Por una cuestión de principios, está claro que en la Unión Europea existe escepticismo y rechazo ante la pena capital», subrayó la canciller federal, que corroboró así las declaraciones del Gobierno finlandés, que actualmente ejerce la Presidencia de turno del Consejo de la UE, y que ayer recalcó que «la UE condena firmemente la pena capital» y por ello, pidió que no se aplicara la ejecución.

Por su parte, el primer ministro británico, Tony Blair, cuyo Gobierno fue el único europeo que no condenó la sentencia nada más conocerla, aseguró que su Ejecutivo está en contra de la pena de muerte, aunque subrayó no obstante «la brutalidad» del régimen del ex presidente iraquí, condenado a la horca por el asesinato de 148 chiíes en la aldea de Dujail en 1982 en represalia por un presunto atentado contra él.