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EFE-ARGEL
Tal y como se anticipaba en las esferas políticas, una gran parte del electorado argelino se abstuvo de acudir ayer a las urnas en unos comicios legislativos que despertaron escaso interés, pese a la llamada oficial a votar masivamente. Según datos oficiales, la participación a las 17 horas locales (16.00 GMT) era del 28,39%, casi diez puntos menos que a esa hora en los comicios de 2002, en los que la cifra ascendía a 38,18.

En mayo de 2002 las elecciones legislativas tuvieron como telón de fondo la revuelta contra el poder central de la población de origen beréber de la Cabilia, donde la participación definitiva fue de poco más del 46%.

La primera estimación oficial de voto fue ofrecida a las 09.00 GMT por el Ministerio del Interior con un 6,75% de participación, y seis horas después se situaba por en un 19,45%.

«Es un índice bajo con relación a las legislativas de 2002», reconoció el ministro del Interior, Yazid Zerhuni, en una declaración ante las cámaras.

Zerhuni había hecho una última llamada a sus compatriotas para que fueran a votar, diciéndoles que hacerlo «significa luchar contra el terrorismo».

El primer ministro, Abdelaziz Beljadem, también llamó a la población a participar en las elecciones y criticó a quienes pedían el boicot, acusándoles de «obstaculizar nuestro anclaje en la práctica democrática».

Las autoridades movilizaron todos los medios necesarios para el buen desarrollo de las elecciones y pusieron en marcha un impresionante dispositivo de seguridad para hacer frente a posibles atentados terroristas.

El desinterés por estos comicios surgieron al comienzo de la campaña electoral, el 26 de abril, que a juicio de los observadores fue una campaña gris y durante la cual muchos mítines tuvieron que ser anulados por falta de asistentes.

A ello se unió la decisión del Frente de las Fuerzas Socialistas (FFS), el principal partido de la oposición, de reclamar el boicot estimando que la Cámara Baja del Parlamento no tiene ningún poder y juega el simple papel de «sala de registro al servicio del poder».