Los líderes del Grupos de los Ocho (G8) se relajaron ayer unos minutos sentándose en un 'strandkorb' (sillón de mimbre de playa).

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INGRID HAACK-HEILIGENDAMM
Los líderes europeos del G8, apoyados por Japón y Canadá, arrancaron ayer a Estados Unidos inesperadamente un decisivo compromiso que permitirá abrir un proceso global en la lucha contra el cambio climático bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Fue la propia canciller alemana y presidenta de turno del G8, Angela Merkel, la que sorprendió con el acuerdo, al presentarlo personalmente en una conferencia de prensa que en principio debía haber ofrecido un portavoz de su oficina.

El acuerdo fue posible gracias a la formulación «toman seriamente en consideración», que no implica la promesa de ajustarse a esos objetivos numéricos, como hubiera querido Merkel, sino que los asumen como base de discusión. «Hemos allanado el camino para que en la reunión de Bali los ministros de Medio Ambiente puedan empezar a negociar», dijo Merkel, quien subrayó que de esta forma se sientan las bases para lograr hasta el 2009 un acuerdo post-Kioto con cifras concretas.

Con visible satisfacción, Merkel anunció que se había logrado elaborar un documento sobre el clima en el que se recogen «explícitamente» los objetivos de reducir en un 50 por ciento las emisiones hasta el año 2050 y en el que se estipula que este proceso deberá producirse bajo el paraguas de la ONU. En la declaración, incluida en el documento del G8 sobre la evolución de la economía, los «ocho grandes» subrayan que «toman seriamente en consideración las decisiones de la Unión Europea, Canadá y Japón que incluyen reducir por lo menos a la mitad las emisiones globales hasta 2050».

Mientras que Merkel habló de un compromiso con objetivos numéricos, aunque estos sean a largo plazo, Estados Unidos interpretó el acuerdo de forma menos determinante. El asesor de seguridad de la Casa Blanca, Stephen Hadley, subrayó que «no han salido cifras concretas» y señaló que ahora hay sobre la mesa una serie de propuestas diferentes sobre cuáles deben ser los objetivos.

Estados Unidos había acudido a la cumbre con una propuesta de entablar un diálogo entre los países ricos y los emergentes, que no sólo no incluía objetivos de reducción sino que tampoco encuadraba este proceso bajo el paraguas de la ONU. Merkel dijo que creía haber podido convencer al presidente de EEUU, George Bush, argumentando que hubiera sido mucho más difícil comprometer a los emergentes a la lucha contra el cambio climático si la iniciativa «se hubiera visto como una acción singular» y no desde el principio como un proceso dentro de la ONU.