«Lo que percibimos es la disposición de un presidente ruso de cooperar y participar de manera real en la defensa contra misiles balísticos, algo que hemos pedido a los rusos desde hace casi 15 años», dijo Stephen Hadley, consejero de Seguridad Nacional. Específicamente, Putin propone un sistema de detección de cohetes hostiles que proteja a su propio país, EEUU y a toda Europa. En cambio, la propuesta estadounidense dejaría fuera a parte del continente europeo, incluidos España y Portugal.
La respuesta del Gobierno de EEUU fue positiva y Bush calificó la idea como «interesante», en una comparecencia conjunta con Putin tras una reunión bilateral en Heiligendamm, donde se celebra la cumbre del G-8. Más que los detalles específicos de la propuesta, lo que ha agradado a la Casa Blanca es que Rusia, por primera vez, haya aceptado la idea de participar en un sistema defensivo conjunto que reste incentivos a países como Irán de desarrollar cohetes de largo alcance para amenazar a potenciales enemigos.
Para ello, el presidente ruso sugirió usar el radar situado en Gabalá, a 250 kilómetros de Bakú, la capital de Azerbaiyán, que fue construido por la Unión Soviética y que su país alquila al Gobierno azerbaiyano por cinco millones de dólares al año. Rusia pasaría de forma inmediata la información recogida por sus sensores en Azerbaiyán a EEUU y, presumiblemente, a Europa. Esas instalaciones harían innecesaria, a juicio de Rusia, la construcción de un radar en la República Checa, como pretende Estados Unidos. En la comparecencia con Bush, Putin dijo que habló con el presidente de Azerbaiyán, Ilham Alíev, y que éste accedió al plan. «Si cooperamos, entonces no habrá problemas», aseguró el presidente Putin.
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