Todas las encuestas vaticinan un amplio triunfo del partido de Sarkozy, la conservadora UMP e incluso la oposición parece haberse resignado a quedar en clara minoría en la próxima legislatura.
Desde su toma de posesión, el 16 de mayo, Sarkozy ha desplegado una intensa actividad y, aunque no es candidato en estos comicios, su presencia en los medios ha sido mayor que la de cualquier otro aspirante.
Ya sea reunido con los líderes del G-8, en diálogo con sindicalistas, ecologistas o médicos o incluso en pantalón corto mientras hace deporte, la imagen del jefe del Estado es la más vista en los medios.
Ayer mismo participó en un acto público en Tours (centro) donde se comprometió a nuevas medidas de protección social y aseguró que los niños minusválidos podrán recurrir ante la Justicia su derecho a ser escolarizados.
En este acto se cuidó de pedir el voto, pero en esta campaña para las legislativas él y sus colaboradores han insistido en la necesidad de obtener una mayoría en la Asamblea (cámara de diputados) para poder aplicar el programa de reformas.
La tradición favorece a los candidatos de la conservadora UMP porque, tal y como ocurrió en los años 1981, 1988 y 2002, la elección de un presidente es seguida de la de sus partidarios en las legislativas, ya que los ciudadanos confirman de ese modo su reciente decisión.
Todas las encuestas señalan que la UMP, junto con sus aliados del partido Nuevo Centro, podrían superar los cuatrocientos escaños de los 577 de la Asamblea.
Con este escenario, el llamamiento de los socialistas a contrarrestar en el Parlamento el poder presidencial ha quedado ahogado y sólo pretenden limitar los daños.
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