Los ocho años de detención de las cinco enfermeras búlgaras y el médico palestino condenados a muerte en Libia por contagiar de sida a más de 400 niños terminaron ayer con su regreso a Bulgaria gracias al acuerdo alcanzado por la Unión Europea con las autoridades libias. En el feliz desenlace el presidente francés, Nicolas Sarkozy, pero en especial su mujer, Cecilia Sarkozy, han jugado un papel clave y para algunos no muy claro.
Las cinco enfermeras -Kristiana Valcheva, Nasia Nenova, Valia Cherveniashka, Valentina Siropulo y Snezhana Dimitrovay- y el médico palestino, Ashraf al Hadzoudz, aterrizaron en el aeropuerto de Sofía ayer por la mañana a bordo de un avión presidencial francés. Los seis llegaron acompañados por la comisaria europea de Relaciones Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, y de Cecilia Sarkozy, quienes en los dos últimos días negociaron con las autoridades libias su puesta en libertad.
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A su llegada a Sofía, les estaban esperando, además de miles de búlgaros que espontáneamente se habían trasladado al aeropuerto a darle la bienvenida, el presidente y el primer ministro búlgaro, Georgi Parvanov y Sergei Stanishev, y otros altos responsables del país. También les esperaba otra buena noticia: su indulto.
El ministro de Exteriores, Ivailo Kalfin, fue el encargado de leer el decreto presidencial en virtud del cual los seis quedaban indultados, después de que hace una semana el Consejo Judicial Supremo libio decidiera conmutar la pena de muerte que se había decretado contra ellos por el contagio intencionado de más de 400 niños de VIH por cadena perpetua, dejando la puerta abierta a que ésta se cumpliera en última instancia en Bulgaria.
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