Fernando Gonzales fue el primer hispano en ocupar este cargo y una figura leal a Bush. Foto: EFE

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EFE-WASHINGTON El secretario de Justicia de EEUU, Alberto Gonzales, uno de los más fieles colaboradores de George W. Bush, renunció ayer al cargo por considerar que éste era «el momento correcto».

De esta forma, Gonzales puso fin a la sucesión de enfrentamientos con el Congreso en los que se vio involucrado desde que llegó a Washington en 2001.
Gonzales, de origen mexicoamericano y primer hispano en el cargo, no dio explicaciones hoy de su renuncia, efectiva a partir del próximo 17 de septiembre, por lo que la búsqueda de sucesor ya está en marcha en Washington.

Momento adecuado
En la carta que envió al presidente George W. Bush, con fecha de ayer, domingo 26 de agosto, Gonzales indica que «éste es el momento correcto para que mi familia y yo comencemos un nuevo capítulo en nuestras vidas».

Leal a Bush desde que inició su servicio público hace 13 años, Gonzales expresa su «enorme respeto y admiración» por el liderazgo de Bush, y concluye la misiva con un «permanezco a su lado».

Sin atisbos de amargura, Gonzales destacó ayer que estar al frente del Departamento de Justicia ha sido uno de sus mayores «privilegios» y que, dado su origen humilde como hijo de campesinos mexicanos, ha vivido el «Sueño Americano».

Al renunciar al cargo, Gonzales deja atrás un período marcado por una férrea y controvertida defensa de la lucha antiterrorista y un creciente círculo de detractores.

Desde Waco (Texas), Bush se deshizo hoy en elogios a la obra y figura de Gonzales, a quien describió como un «asesor leal» y «amigo cercano», y criticó a quienes, con sus ataques, arrastraron «su buen nombre por el lodo, por razones políticas».

Bush, que aceptó a regañadientes la renuncia, ha premiado la inquebrantable lealtad de Gonzales con creces: fue secretario de Estado de Texas, miembro del Tribunal Supremo de ese estado y, principal asesor jurídico del mandatario antes de su nombramiento como titular del Departamento de Justicia en 2004 y su confirmación en 2005.

Al final, a Gonzales le quedaban pocos amigos fuera de la Casa Blanca, y el golpe decisivo fue el escándalo generado por el despido de ocho fiscales federales en 2006.

En una audiencia pública el pasado 19 de abril, Gonzales argumentó lapsos de memoria para no contestar a las preguntas de los congresistas, tanto demócratas como republicanos, que exigieron en más de una ocasión su renuncia por la falta de transparencia.