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OTR/PRESS-PYONGYANG La ausencia del dirigente de Corea del Norte, Kim Jong-il, durante el desfile militar del 60 aniversario de la proclamación de la República Democrática Popular de Corea el pasado martes avivó los rumores que apuntan a una delicada situación de salud del alto mandatario norcoreano.

De hecho, ayer un diputado del principal partido de la oposición de Corea del Sur afirmó que Jong-il sufrió un derrame cerebral, pero que «puede recuperarse». Desde Corea del Norte niegan la mayor y consideran que las informaciones sobre el estado de salud del dirigente norcoreano responden a un «complot» para «crear una opinión pública que no es cierta».

«Ningún problema»
«No hay ningún problema». Así quería zanjar el número dos del régimen norcoreano, Kim Yong-nam, la polémica creada en torno a un posible problema de salud del líder de Corea del Norte. El régimen se ha apresurado a desmentir los rumores que apuntan al sufrimiento de un derrame cerebral por parte de Jong-il, pues el dirigente no aparece en público desde el 14 de agosto y faltó al gran desfile militar celebrado el martes en conmemoración del 60 aniversario de la proclamación de la República Democrática Popular de Corea.

Todos los comentarios se achacan desde el régimen norcoreano a un «complot», por lo que consideran que «esas informaciones no tienen valor», según indicó el diplomático norcoreano Song Il Ho, al tiempo que recordó que «los medios de Occidente también divulgaron previamente datos falsos», en alusión a los comentarios de la Inteligencia de EEUU.

Lo cierto es que, de empeorar el estado de salud de Jong-il, la incertidumbre invadiría el país, pues junto al estado de salud del mandatario de Corea del Norte, su sucesión es el secreto mejor guardado del país. De hecho, según avanzó Corea del Sur en 2006, cuando Jong-il muera, el régimen quedaría en un ligero coma hasta que el poder fuera adoptado por líderes militares o por uno de los tres hijos de Kim.