La violencia volvió ayer a teñir de sangre el corazón de Islamabad, con un atentado que destruyó el hotel Marriott y causó la muerte de 60 personas, entre ellas varios extranjeros, y más de 250 resultaron heridas.
El hotel, muy frecuentado por extranjeros y hombres de negocios, corre el riesgo de derrumbarse a consecuencia del incendio causado por la explosión, que pudo oírse a varios kilómetros de distancia.
Una fuente de seguridad del hotel, citada por la agencia estatal APP, dijo que un camión cargado con mil kilogramos de explosivos estalló en las inmediaciones del edificio, cuya entrada quedó completamente destrozada.
Se trata del mayor ataque contra intereses occidentales perpetrado en la capital paquistaní, donde en los últimos seis meses también se llevaron a cabo atentados contra un restaurante italiano y la embajada danesa.
Pero, por el momento, ningún grupo ha reivindicado la autoría del atentado, aunque se sospecha que es obra de algún grupo fundamentalista.
Según testimonios recogidos por el canal privado Geo TV, en los momentos previos al atentado un hombre bajó de un pequeño vehículo ante el cordón de seguridad de la entrada del hotel y advirtió a los presentes de que tenían tres minutos para huir y salvar sus vidas. La detonación posterior dejó un cráter de nueve metros de diámetro. Las fuerzas de seguridad necesitaron varias horas para evacuar el edificio y pidieron la intervención del Ejército para intentar rescatar a unas 15 personas que quedaron atrapadas entre las llamas del edificio.
Los heridos fueron trasladados a distintos hospitales capitalinos, en los que se decretó el estado de «emergencia».
Entre las víctimas no habría ningún ciudadano español
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