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Dos autobuses-bomba estallaron ayer en el corazón de Bagdad causando la muerte de 132 personas y heridas a otras 520, en el más sangriento atentado desde hace dos años y perpetrado cerca de la zona supuestamente más segura del país.

 

Las bombas que hicieron detonar los terroristas suicidas estallaron casi simultáneamente frente al edificio de la Gobernación de Bagdad, cerca del hotel Al Mansur, y en las proximidades del Ministerio de Justicia, en el barrio de Al Salehiya.

 

Ambos lugares se encuentran cerca de la llamada 'zona verde', donde se concentran embajadas y varios ministerios.

«La sangre de las víctimas estaba derramada por las calles y algunos cuerpos quedaron calcinados», dijo uno de los testigos del atentado, Abdalá Sebhan.

La mayoría de las víctimas eran peatones que pasaban por el lugar en el momento de las explosiones hacia las 9.30 hora local. Algunos de los cuerpos ardieron a la vista de todos, según varios testigos.

 

Además de los peatones, también hubo víctimas entre los funcionarios en los edificios oficiales, objetivo del atentado, así como entre los huéspedes del hotel Al Mansur.

 

Varios testigos dijeron que se rompieron los cristales de los edificios situados en varios centenares de metros a la redonda.

Además, unos veinte coches que estaban aparcados cerca del lugar del atentado se incendiaron.

Momentos después del ataque, se presentó en el lugar el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, quien prometió hacer todo lo posible por llevar ante la Justicia a los autores de esta tragedia. En las imágenes que difundió la televisión, Al Maliki apareció con expresión grave y de preocupación.

 

No se conocía una tragedia de esta envergadura desde el 14 de agosto del 2007, cuando más de 250 personas murieron al explotar cuatro camiones-bomba en la provincia de Nínive.

 

Como es costumbre en Irak, ningún grupo terrorista se atribuyó inmediatamente la autoría del ataque, aunque se parece a otras operaciones realizadas por grupos vinculados a Al Qaeda.