Ell y Nikki, de Azerbaiyán, interpretan «Running scared», ganadora del festival de Eurovisión. | Youtube

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Azerbaiyán, una pequeña república caucásica de apenas 9 millones de habitantes y recursos petroleros, ha visto recompensada esta noche en Düsseldorf con «Running scared», una canción no apta para diabéticos, el tesón con el que desde hacía años tanteaba una victoria en Eurovisión.

Seguidos de Italia y Suecia, el triunfo de los jóvenes Ell y Nikki, dúo formado tras empatar en la preselección de su país, no ha sido la única sorpresa, tras el batacazo de casi todos los favoritos, en especial del francés Amaury Vassili, que ha caído al puesto 15, y también de los británicos Blue, decimoprimeros.

Lucía Pérez, que representaba a España con «Que me quiten lo bailao», de Rafael Artesero, ha quedado relegada al puesto número 23 de 25, consolidando una querencia por los últimos lugares (o por los intermedios en el mejor de los casos), de los que no sale desde 2004, cuando Ramón consiguió la décima posición.

La cantante ha declarado tras el festival que no considera un «fracaso» su antepenúltimo lugar, ha dicho que se lleva «la mochila llena» de buenos momentos, que repetiría sin dudar la experiencia y que lo más importante es cuidar a los seguidores del festival.

Respecto a la gala, Alemania -la «locomotora» de Europa- quería mostrar su poderío en tiempos de crisis y lo ha hecho, en primer lugar, con el Düsseldorf Arena, un coloso capaz de albergar a 38.000 personas y también el futurista y bello escenario de Florian Wieder.

El showman Stefan Raab, que ha presentado una cómica gala junto a Judith Rakers y Ange Engelke, ha inaugurado el festival a lo grande con «Satellite», el tema ganador de 2010, acompañado de veinte músicos y 43 figurantes con las banderas de los participantes.

Con la apertura de las líneas para el voto de los televidentes (que se combina con un jurado profesional por país para moderar los favoritismos entre los vecinos del Este) ha comenzado el que probablemente es el mayor show de la televisión europea, con una red de 25 cámaras y una audiencia estimada de 120 millones de personas.

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Tras un breve y lánguido arranque, han pasado como una exhalación los temas que parecían más prometedores, con los irlandeses Jedward y la húngara Kati Wolf, así como Alexei Vorobjov (Rusia), Getter Jaani (Estonia), que ha sido penútima, y Eric Saade (Suecia), el único que ha escapado a la maldición.

La velocidad ha cedido terreno a la intensidad con el francés Amaury Vassili, el gran favorito, con su canción lírica «Sognu», y con el galardonado en el festival de Sanremo Raphael Gualazzi, el primer italiano en 13 años en Eurovisión, que sin hacer ruido ha conseguido el segundo puesto con un tema a ritmo de jazz.

Los británicos Blue han irrumpido entonces para subir las revoluciones con «I can», que pretendía sonar épico y que a veces, sencillamente, ha sonado raro.

Antes de la actuación de los campeones azerbaiyanos, muy favorecidos por un puesto 19 en el orden de actuación y por los rivales que les rodeaban, cabe destacar la arriesgada propuesta de la vigente campeona, la alemana Lena, jugando en casa.

Lo demás han sido baladas bien ejecutadas pero redundantes por su proximidad, como la eslovena o la ucraniana, que ha sido cuarta y que incorporaba una artista plástica -la auténtica estrella de este festival- componiendo imágenes con arena.

Fuera de esto, de la programada rotura de cristales sueca y de los gorros de gnomo moldavos, pocas han sido las extravagancias en un festival acostumbrado a la parafernalia.

Entre tanto sosiego, ha llegado la alegre Lucía Pérez. Con un vestido corto y rosa de las diseñadoras gallegas Sara Lage y Maru Calderón y con una coreografía de Lola González, la gallega ha ofrecido con solvencia cuanto exigía su tema, arropada por dos bailarines, tres coristas y un fondo de palmeras cambiado a última hora.

A pesar de eso, y de que las votaciones han incorporado un nuevo sistema de algoritmos que modificaba sobre la marcha el orden en que los países exponían sus puntos para evitar que alguno se destacara demasiado temprano, pronto ha quedado claro que ésta tampoco sería la noche de España, pero sí la de Azerbaiyán e Italia.