Lady Di junto a un jovencísimo Principe Felipe en Marivent.

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Hoy hace 15 años que murió Lady Di. Fue una muerte trágica, por otra parte anunciada. En una persecución de la prensa, con un chofer pasado de alcohol, el coche en que iban ella y su novio, Dodi Al-Fayed, se estrelló contra una de las columnas del muro del túnel de la plaza del Alma, de París. Era de noche cerrada. La culpa recayó en la prensa. Pero, ¿y qué? Eso habría que discutirlo. Porque, ¿por qué la prensa va a toda velocidad tras un famoso, posiblemente el mas mediático del mundo? Pues seguramente porque el famoso más mediático del mundo huye a toda velocidad.

Lady Di y su esposo, Charles, junto con sus dos hijos, estuvieron en Mallorca en cuatro ocasiones, años 1986, 1987, 1988 y 1990, y otra ella, sola y ya divorciada, en 1996. Las cuatro primeras veces se hospedaron en Marivent, aunque en 1990, Charles adelantó el viaje un par de días y se refugió en una finca de Puigpunyent. Fue el año en que llegó con el brazo en cabestrillo, a causa de una caída. En el verano de 1996 en que llegó a Palma sola -al divorciarse ya no era Alteza Real-, se la vio caminar por el aeropuerto de Palma, como una turista más, salir al exterior, y subirse en un Mercedes negro que la llevó hasta el hotel La Residencia, de Deià.

Los príncipes de Gales llegaron a Mallorca invitados por los reyes Juan Carlos y Sofía, que aparte de ellos, invitaron a otros príncipes, emperadores y presidentes de otros países, lo cual, además de ayudar a establecer, mejorar o consolidar relaciones entre dos países, da vida al verano y a los periodistas que lo cubren y, por ende, al lector. Desgraciadamente, el príncipe Felipe, tanto de soltero como de casado, jamás ha invitado a nadie. Es más, no solo eso. Ha pasado el menor tiempo posible en la Isla, y más desde que en su vida se cruzó Letizia, madre de sus dos hijas y futura reina de España. Pero esa es otra historia.

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Todas las llegadas de los príncipes de Gales a Mallorca causaron sensación. No pasaron desapercibidas en el mundo entero, lo cual supuso una enorme publicidad para la Isla, además gratuita.

Las tres primeras veces, siempre llegaron primero Lady Di y sus dos hijos. En otro vuelo, al día siguiente, aterrizaba Charles. En la cuarta éste adelantó su viaje siendo su esposa e hijos los que llegaron al día siguiente. Eran ya tiempos turbulentos para el matrimonio que tenía, como quien dice, sus días contados. Sin embargo, aquí aguantaron el tipo. Juntos sobre la cubierta del Fortuna, fondeado en Cabrera, pero distantes entre sí, y no solo por los diez o quince metros que los separaban, sino porque mientras ella tomaba el sol en proa, él leía en el otro extremo de la embarcación.

Quienes cubrimos aquellos veranos aprendimos mucho… de los colegas británicos, que se dividían en dos grupos: los oficiales, o amigos de Buckingham Palace, y los tabloides. Los primeros pactaban con el gabinete de los príncipes de Gales dos o tres reportajes, entre los que recordamos el de un baño de Lady Di con sus hijos en la playa d’Illetes, o la visita de los chicos a Marineland. Dos o tres reportajes, y a casa. Mientras que los tabloides se tenían que buscar la vida, y con ellos, nosotros. Había, pues, que ingeniárselas o quedarse informativamente sin nada.