Cerca de un millar de personas se han dado cita en la plaza de San Pedro. | Reuters

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Los papas Juan XXIII y Juan Pablo II fueron proclamados este domingo santos en una ceremonia histórica y multitudinaria en la que el papa Francisco destacó que ambos «restauraron y actualizaron la Iglesia» a su imagen original.

El papa proclamó la santidad de los dos pontífices ante medio millón de peregrinos llegados de todo el mundo a la Plaza de San Pedro y sus aledaños, según datos del Vaticano, que estimó en cerca de 800.000 los que se congregaron en Roma para la ocasión.

Con la fórmula pronunciada en latín, Francisco pidió que se inscribiese a los dos papas en el libro de los santos y un fuerte aplauso se oyó en San Pedro y en las plazas de Roma donde se seguía la ceremonia, que evitó la lluvia.

Fue también el día histórico de los «cuatro papas» ya que además de que Francisco proclamó santos a Karol Wojtyla y Angelo Roncalli, con los cardenales presentes, a la izquierda del altar, estuvo el papa emérito Benedicto XVI, a quien el papa argentino abrazó antes de comenzar la misa.

«Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos», explicó Francisco en su homilía.

El papa argentino comenzó la misa comentando el episodio bíblico sobre Santo Tomas que toca las llagas de Jesús resucitado y el pontífice argentino subrayó que Wojtyla y Roncalli «tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado».

«No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano, porque en cada persona que sufría veían a Jesús», agregó.

Para el papa Jorge Bergoglio, «en estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia había una esperanza viva, junto a un gozo inefable y radiante».

Una esperanza y un gozo, «que los dos papas santos recibieron como un don del Señor resucitado, y que a su vez dieron abundantemente al Pueblo de Dios, recibiendo de él un reconocimiento eterno».

Para el papa «esta esperanza y esta alegría se respiraba en la primera comunidad de los creyentes» en la que se vivía «el amor, la misericordia, con sencillez y fraternidad» y fue entonces cuando dijo que Wojtyla y Roncalli «restauraron» la Iglesia a sus orígenes.

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De ellos, Francisco recordó que vivieron un siglo XX del que «conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte», exclamó.

Sobre la personalidad de ambos santos, Francisco explicó que convocando el Concilio Vaticano II (1962), Juan XXIII demostró «una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; fue el Papa de la docilidad al Espíritu».

Mientras que al pontífice polaco Francisco le definió «el papa de la familia».

«Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene», agregó.

Durante la ceremonia se exhibieron en el altar las reliquias de los papas recién proclamados santos, las mismas que en la beatificación,

El relicario en plata con la sangre del papa Karol Wojtyla fue llevado a Francisco por Floribeth Mora Diaz, la mujer costarricense cuya sanación en 2011 fue considerada el segundo milagro que sirvió para canonizar Juan Pablo II.

Mientras que la reliquia de Juan XXIII, el «papa bueno», era un trozo de piel que fue removido de su cuerpo fue entregado por los sobrinos-nietos de Roncalli.

El papa terminó la ceremonia saludando al papa emérito, a quien estrechó las manos.

Las delegaciones siguieron la ceremonia bajo unos toldos por la predicción de lluvia en la ciudad.

El papa terminó la ceremonia saludando a las 93 delegaciones, entre las que había 24 jefes de Estado y Gobierno, y entre los que se encontraban los reyes de España y de Bélgica, además de los presidentes de Paraguay, Honduras, El Salvador, Ecuador, Albania, Croacia, y Polonia, entre otros

Pero la lluvia no llegó a Roma por suerte para los peregrinos que abarrotaron la capital italiana; decenas de miles de ellos tuvieron que conformarse con seguir la canonización en otros puntos de la capital donde se instalaron pantallas gigantes.