Julio Anguita fue la gran esperanza del Partido Comunista de
España, un promesa de renovación cuando aún Santiago Carrillo
apuraba sus últimos tiempos de mito del PCE y antes, incluso, de
que acabara fuera del partido, porque las convulsiones internas
abrieron una herida que se cerró en falso con la elección de
Gerardo Iglesias, un secretario general que resultó transitorio
entre Carrillo y Anguita, que emergió en Córdoba ganando para el
PCE la única alcaldía de capital de provincia.
Pero Anguita no solamente no se alineó con el eurocomunismo en
el que se integraron los partidos democráticos europeos y cuya
figura principal era Enrico Berlinguer, sino que se radicalizó y
comenzó una cruzada antisocialista cuando el PSOE alcanzó el poder.
La unidad de la izquierda tuvo que instrumentarse a través de una
coalición entre comunistas y desencantados del PSOE, que Anguita
lideró y lidera aún: Izquierda Unida.
De su mano, el PCE ha quedado anclado y, además, ha ido lanzando
por la borda aliados como gallegos, catalanes y partidarios de una
actitud más abierta a coaliciones con el socialismo o, por lo
menos, de una mayor participación en tareas de gobierno, aunque
fueran de ámbito municipal. La mano dura de Anguita lo impidió y
hasta el PSOE tuvo que recibir apoyos de los nacionalismos catalán
y vasco, mientras IU se aliaba con la derecha post franquista en
oposición al socialismo.
El sucesor de Anguita es Francesc Frutos, un hombre que es la
mano derecha del llamado califa, que sigue controlando "coordinando
es la denominación oficial" IU con las mismas intransigentes ideas,
ahora con la propuesta de modificar la Constitución para alcanzar
una España federal. El resumen es que el PCE ha cambiado de
secretario general, pero sigue siendo el mismo y bajo una dirección
tutelada por Anguita.
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