Raro es el día que algún ciudadano o asociación de vecinos de Palma
no denuncia la política del actual equipo de Gobierno municipal
consistente en sustituir los tradicionales bordillos de piedra
caliza, que han visto nacer y crecer a la ciudad, por otros, mucho
menos valiosos, de hormigón.
Al margen de la evidente desmejora estética de este cambio,
muchos palmesanos se preguntan dónde y a quién van a parar estas
piezas de piedra caliza, y les preocupa que este «expolio» urbano
acabe en manos privadas o enriqueciendo a más de uno.
Desde el Ajuntament de Palma se asegura que algo así no ocurre,
sino que las piedras que se retiran de las aceras se guardan tanto
en Son Pacs como en el vivero municipal a la espera de ser
reutilizadas -las que se encuentran en mejor estadopara reponer
otras piezas que se rompen, sobre todo en el casco antiguo.
El criterio municipal es el siguiente: en el casco antiguo se
repone siempre el bordillo de piedra tras una obra o cuando se
rompe, pero en el ensanche sólo se conservan los que están bien y
no se rompen durante los trabajos de mejora del Pla Mirall.
Los técnicos municipales afirman, pues, que las piedras que se
quitan son las que están quebradas o son muy desiguales, pero esta
versión discrepa con la de aquellos vecinos que cansados de caminar
por las calles de su barrio opinan que el bordillo que se ha
levantado estaba bien y no precisaba grandes cambios, como afirma
un residente en la zona de la calle Fray Junípero Serra.
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