Q ue Balears es la comunidad más rica y una de las más productivas
de España no es ninguna novedad. pero sí el hecho de que los
salarios se sitúen un 15 por ciento por debajo de la media nacional
por efecto, sobre todo, de la estacionalidad que sufre nuestro
peculiar modelo económico estructurado en torno al turismo. Y lo
más sorprendente de los datos dados a conocer por el Ministerio de
Administraciones Públicas es que nuestra Comunitat presenta uno de
los peores índices educativos y, para más inri, es la que registra
unas menores inversiones sanitarias.
Ante estas contundentes cifras cabe naturalmente cuestionarse la
validez de la afirmación de que Balears es una comunidad rica.
Dados los índices salariales podemos pensar que no existe un justo
reparto de la riqueza que se produce, pero también se nos plantea
la duda sobre las inversiones que las administraciones públicas
realizan.
La sangrante realidad, en este aspecto, sólo es paliada
parcialmente por la educación y la sanidad privadas, que elevan un
tanto el escaso nivel de estas dos áreas. Ante esto, naturalmente,
nos preguntamos hasta qué punto es lógico que recibamos tan poca
atención de los gestores públicos. Incluso podemos llegar a pensar
que hemos sido un rincón del Estado casi abandonado a su
suerte.
No deja de ser gravísimo que, a pesar de nuestras enormes
aportaciones a las arcas del Estado, la Administración apenas haya
tenido en cuenta nuestras necesidades. La esperanza de cambio con
la transferencia de competencias a la Comunitat Autònoma no es
suficiente para paliar el sentimiento de auténtica indignación que
provoca esta discriminación sufrida a lo largo de muchos años.
Ahora, por lo que respecta a educación, el Govern balear tiene
sobre sí la misión de dar a los ciudadanos lo que es justo y les ha
sido negado.
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