Más que una muestra de cómo es Palma, la exposición «Palma viva.
Una porta al 2000», del Casal Solleric es un manifiesto vehículo de
propaganda mediante el cual únicamente se ensalzan las gloriosas
virtudes y se olvidan los lógicos problemas, que todo en su
conjunto hubiera hecho más creíble y real la exhibición.
El visitante se encuentra con una primera sala en la que un gran
panel muestra las rostros fotografiados de cientos de ciudadanos.
Mediante un pequeño y cuadrado pasadizo, sobre el que un reloj
digital va indicando los días, horas, minutos y segundos que faltan
para el año 2000, se accede al grueso de la muestra. Ese pasadizo
está decorado, techo suelo y paredes, con las portadas de los
diarios, los que se publican en la actualidad y los que ya son
historia. Únicamente se nota la falta de una portada de «Diari de
Balears», aunque sí la hay del diario «Baleares».
En seguida, el visitante se encuentra con un audiovisual que se
encabeza con un error al poner un punto al año «2.000», y unas
vitrinas en las que se ven diversos lugares de la ciudad, antes y
ahora, mediante imágenes cambiantes.
Lo que sigue, en la planta superior es una sucesión de paneles
con datos estadísticos todos favorables, muestra de proyectos y
logros, pero antes, en mitad de la escalera de acceso, un cartel
«Perdonin les molèsties. Treballam per la ciutat» (hubiera sido más
correcto «per a la ciutat») es el único elemento que hace
referencia al excesivo cúmulo de obras que se están realizando en
Palma».
La ciudad viva que no se muestra en el
Solleric
Una pareja de jóvenes visitantes de la muestra del Solleric,
exclamó: «¡Es increíble! No sabíamos que vivíamos en un lugar tan
perfecto».
Y es que los jóvenes, como todo el mundo, transitan, viven, padecen
y disfrutan la ciudad, lo bueno y lo malo.
Ellos sabían, como lo saben todos, que en Palma existe un
persistente problema de tráfico de drogas que nadie se sabe o
quiere resolver, que el problema de la marginación es una eterna
asignatura pendiente.
Que las obras del Pla Mirall están atropellando los derechos de
muchos ciudadanos, por más que luego también se puedan cantar
maravillas.
Que han ido desapareciendo edificios emblemáticos, como el Hostal
Archiduque, Corominas, el antiguo almacén de aceites Batle, entre
otros.
Que en el Mercat de l'Olivar, los vendedores de pescado están en
campaña de protesta porque quieren evitar que su lugar sea ocupado
por una gran superficie, no se sabe en aras de qué intereses
económicos ni de quién.
Esos y otros defectos, habituales en toda ciudad, también
podrían haber sido incluidos en la muestra.
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