F inalmente la crisis vivida en el seno de la Unión Europea ha
encontrado una vía de salida. Un comité de expertos creado a
instancias del Parlamento de Estrasburgo investigará las presuntas
irregularidades que han podido ser cometidas por comisarios del
Ejecutivo presidido por Jacques Santer. De esta forma se cierra una
grave crisis que a punto estuvo de forzar la dimisión de este
último y que ha puesto sobre la mesa las graves carencias que
padecen las estructuras de la UE.
La misma postura de los diputados de la eurocámara mostró
claramente las diferencias de criterio entre diferentes países,
pese a la pertenencia a un mismo grupo político. Un claro ejemplo
de ello fue el posicionamiento de los socialistas alemanes. Con
ello se evidenciaba una vez más que, tratándose de una crisis
política y no de medidas que afectasen a uno u otro Estado miembro,
los más fuertes intentaban de nuevo imponer sus opiniones.
Cierto es que la votación del Parlamento Europeo no era
vinculante para la Comisión, aunque por mero sentido democrático sí
había que tener muy en cuenta cuál sería el resultado de la misma.
En cualquier caso, las divergencias existentes se saldaron con un
acuerdo que, a buen seguro, no contenta a todos, pero que era la
única vía de salida posible dadas las circunstancias. Privó más el
futuro de la UE y sus compromisos actuales: euro y Agenda 2000.
De todos modos, una vez salvado el obstáculo, parece necesario
revisar las estructuras y el funcionamiento de las instituciones de
la Unión y, por supuesto, una definición clara de los Estados
miembros sobre cuál es la Europa de futuro en la que creen y en la
que desean estar, aunque ello suponga renunciar a ciertas cotas de
poder.
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