La Ley General de Turismo del Govern balear ha motivado una
reacción adversa por parte de los hoteleros mallorquines por cuanto
estos últimos consideran que el texto no se ha consensuado y
discrepan con parte del articulado. Además, se da la circunstancia
de que un error de cálculo hizo que el presidente Jaume Matas
creyera que el texto estaba consensuado, hecho que ha provocado las
críticas inmediatas de la oposición. Bien es verdad que el sector
se muestra de acuerdo con la filosofía establecida por el Ejecutivo
autonómico, en el sentido de que debe modernizarse la planta
hotelera, limitar el crecimiento y mejorar la calidad del turismo.
Frente a todo ello cabe señalar que, evidentemente, ha existido
un fallo de comunicación con el sector. Es éste un hecho que no
escapa a nadie. Ahora bien, las leyes deben ser establecidas por el
poder Ejecutivo atendiendo al bien común. No podemos esperar que
sea el sector, como sucedía hace algunos años, el que imponga sus
criterios.
También es cierto que las partes implicadas en un proyecto
legislativo pueden ser escuchadas y que, en determinadas
circunstancias, deben serlo. En este sentido son positivas las
manifestaciones y el talante del presidente de la Federación
Hotelera de Mallorca en las que se puso de manifiesto la intención
de dialogar con el Govern sobre el contenido y posibles
modificaciones de la Ley.
Claro está que el sector hotelero debe abandonar la creencia de
que se puede elaborar un texto hecho a su medida y respetando
únicamente sus propios criterios. Se trata de que el Govern regule
una actividad, la mayor en importancia económica de Balears, según
el interés general. Naturalmente, hay tiempo de dialogar e incluso
de efectuar modificaciones, si es preciso, hasta el próximo 31 de
marzo, pero siempre desde esa perspectiva.
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