E l ministro portavoz, Josep Piqué, dio a conocer ayer mediante un
breve comunicado la reestructuración del Gobierno, aunque hablando
con propiedad más tendríamos que referirnos a una
minirrestructuración del Gobierno en función de un necesario
reforzamiento de las estructuras del Partido Popular que va en
claro detrimento del Ejecutivo. De hecho, ninguna de las carteras
más polémicas va a cambiar de manos. Àlvarez Cascos seguirá siendo
vicepresidente; Mariscal de Gante, ministra de Justicia, e Isabel
Tocino, ministra de Medio Ambiente. Es, por contra, uno de los
mejor valorados según diferentes encuestas, Javier Arenas, el que
abandona el Gobierno para hacerse cargo de la Secretaría General
del PP.
Además, la necesidad de cubrir el hueco de Juan Ignacio Barrero,
designado candidato a la presidencia de Extremadura, ha llevado a
Aznar a colocar en la presidencia del Senado a Esperanza Aguirre,
en tanto que Mariano Rajoy se hará cargo de la cartera de
Educación. El secretario de Estado Manuel Pimentel asciende y pasa
a ser ministro de Trabajo y, en pago a los servicios prestados,
Àngel Acebes ocupará la cartera de Administraciones Públicas.
Tras estos cambios sólo está la mano de Aznar, quien ha
mantenido un secretismo absoluto incluso con sus colaboradores más
directos y ha reforzado su posición en base a un régimen cada vez
más presidencialista. El jefe del Gobierno ha dejado bien claro, en
todas sus últimas declaraciones, que la remodelación y cualquier
cambio no sólo del Ejecutivo sino también del partido eran única y
exclusivamente una decisión personal. El partido se resigna a
escuchar las decisiones que toma el líder absoluto y simplemente se
da por enterado de los designios del todopoderoso Aznar.
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