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L os jueces son los encargados de aplicar la Ley con sus sentencias. Pero, si siempre se habla de la letra y el espíritu de la Ley, es porque lo jueces deben interpretarla, es decir, captar su espíritu a través de la letra. De ahí que una sentencia deba tener los llamados resultandos y considerandos, para razonarla. Así que es evidente que tanto los fallos condenatorios como los absolutorios sean recibidos con opiniones dispares y no sólo por las partes "acusación y defensa", sino por personas y colectivos diferentes. Las sentencias sobre el caso GAL son un buen ejemplo: nadie ha estado de acuerdo con ellas.

Pero, últimamente, las mujeres, tanto en forma individual como colectivo, son objeto de trato claramente discriminatorio por algunos jueces que sentencian casos de agresiones, violaciones y otros delitos que tienen por víctimas a individuos del sexo femenino. Tomaremos, como ejemplos, las dos últimas que se han hecho públicas. Una de ellas argumenta que el trabajo doméstico no supone ningún esfuerzo. Es obvio que el redactor del fallo tiene quien se lo haga en su propia casa. De lo contrario, no habría firmado una estupidez de tanto calibre. Cuidar bien un hogar exige esfuerzos físicos, como dar la vuelta a un colchón, e intelectuales, como cocinar aceptablemente.

El segundo caso es sangrante: en Italia, un juez ha dictaminado que la mujer que viste vaqueros no puede ser víctima de violación porque esta prenda exige la plena colaboración de la víctima. El fallo ha merecido la repulsa general y la contestación de la diputadas de todo signo que se presentaron en el Parlamento vestidas con esta prenda. Las feministas de todo el mundo tienen mucho trabajo por delante hasta lograr su máxima reivindicación de plena igualdad con el macho. Especialmente cuando éste puede dictar sentencias judiciales.