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G abriel Cañellas ha tomado la decisión más adecuada: dimitir como diputado del Parlament balear, abandonando su último cargo público. Fiel a su estilo, ha elegido el momento que ha considerado más oportuno, incluso con la humorada de hacerlo un 23-F. Pero ha sido sólo un golpe de sorpresa. Cañellas se despide sin exabruptos, incluso con elegancia, afirmando que se va por coherencia con su pensamiento político, que no está en sintonía con la actual línea del PP y del Govern. No han faltado, en sus declaraciones, elogios al president Matas y ha anunciado su disposición a participar en la campaña electoral.

Pese a la sorpresa que provocó en destacados dirigentes, no en Matas, el PP balear puede felicitarse por la dimisión de Cañellas, que le deja las manos libres para afrontar la carrera electoral. Ahora sí se ha pasado página. Pero sin enfrentamientos internos. Para contradecir a quienes esperaban que Cañellas encabezaría un nuevo partido, el ex presidente ha declarado que pese a estar en la retaguardia está dispuesto a dar ánimo y crear ilusión si fuera necesario.

A nadie se le oculta, aunque Cañellas no lo haya dicho claramente, que la discrepancia se centra en la política de ordenación del territorio. Las ideas de Cañellas no son las que defiende el Govern de Matas, pero es que los tiempos han cambiado. No sólo el PP nacional ha iniciado un camino hacia el centro. También la sociedad balear en su conjunto se ha dado cuenta de que no se puede destruir más territorio, que hay que frenar un crecimiento urbanístico desaforado. Ya no es la lucha de unos pocos ecologistas. Cada vez hay más ciudadanos concienciados con la ordenación racional de nuestro medio natural. Sin caer en extremismos, con seny, aunque no le guste a los sectores más conservadores, que no han dudado ni dudarán en invadir con cemento todos los rincones de nuestras Islas.