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A título de presentación de esta nueva singladura veraniega, recordatorio de cómo vivían el verano mallorquín nuestros abuelos, vamos a empezar por una orden, bando o lo que fuera, de los muchos que se prodigaban en aquellos tiempos, fechado el 29 de junio de 1833. Decía así: «Se prohíbe que los hombres se bañen desde el muelle al Jonquet inclusive; y a las mujeres desde la batería que está situada más allá del molino del 'Carnatge'.

Desde esta batería hasta la Torre den Pau no podrán bañarse los hombres por la tarde, pudiéndolo sólo hacerlo las mujeres. Se prohíbe igualmente que en ninguno de los puntos indicados se bañen las caballerías, pudiéndolo hacerlo solamente en el sitio llamado 'El Portitxol', debiendo los hombres que los conducen entrar en el mar con pantalones. Los infractores incurrirán en una multa de 12 sueldos la primera vez, y de 30 los reincidentes».

Muchas familias, en aquellos cálidos atardeceres estivales se sentaban sobre la arena, sacaban sus viandas de la cesta y cenaban. Normalmente, el menú era casi siempre el mismo, degustando con fruición un buen plato de tumbet, peix frit, sopes, gerret escabetxat o simplemente una tortilla, si no tenían muchas ganas de lavar platos.