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J. RODRIGUEZ/J. MOREY
Las aguas del Mar Muerto tienen una densidad de sal cercana al 25%, es por eso, y precisamente de allí le viene el nombre, que en su interior es imposible encontrar cualquier tipo de vida animal o vegetal. Este emplazamiento situado al este de Israel fue donde la delegación mallorquina, que se ha desplazado hasta el país de Oriente Medio para conocer sus técnicas agrícolas, comenzó la jornada de ayer.

Los más valientes de la expedición, aquellos que querían comprobar por si mismos la facilidad con la que se flota en estas aguas debido a la densidad, pusieron el despertador a las siete de la mañana y se dirigieron a la playa del hotel donde habían pasado la noche con la advertencia de no mojarse, bajo ningún concepto, los ojos ni los labios ya que la sal acumulada podía dejarles sin ver un par de días o agrietarles los labios.

A pesar de la hora temprana y de las baja temperaturas del agua una decena de personas se «mojaron» ya sea en la propia playa o en la piscina del hotel, llena de agua del mar muerto pero calentada con un moderno sistema de calefacción.

Tras el desayuno, un buffet tradicional del país basado sobre todo en los lácteos, (quesos y yogures), verduras y algo de pescado ahumado, la delegación dejó la ciudad de Ein-Borek que, al estar formada en su mayoría por hoteles y encontrarse en pleno invierno, estaba tomada por jubilados de alto poder adquisitivo. Durante el trayecto hacia la primera visita, una estación experimental agrícola en pleno desierto de Arava, la expedición dejó atrás el Mar Muerto, cuya explotación convierte a Israel en el máximo productor mundial de potasa (con aplicaciones agrícolas, industriales y para fabricar explosivos) y se encaminó hacia el sur del país.