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Un momento histórico para la ciudad de Palma fue el de las diez y media de la mañana del día 14 de mayo de 1947, en que el caudillo pisó nuestra ciudad. Palma parecía remozada y en todos los balcones se exhibían banderas o damascos.

Nada más desembarcar, Franco Bahamonde ocupó el coche del alcalde de Palma, D. Juan Coll Fuster, y se dirigieron a la Catedral. Según los periódicos del día, «como cabe esperar del gobernante, hijo fiel y sumiso de nuestra Santa Madre Iglesia». El caudillo y su esposa penetraron en el interior del templo bajo palio, cuyas varas eran portadas por doce concejales del Ayuntamiento de Palma, y a través de la doble hilera de hombres de Acción Católica, mientras sonaban los acordes del himno nacional. Una mujer que contemplaba la escena no pudo reprimir la emoción y cayó desmayada.

Varios fueron los actos que Franco presidió en el transcurso de los cuatro días que pasó en la Isla. Cabe destacar la inauguración y bendición del monumento a la memoria del crucero «Baleares», colocado en el glacis de Santa Catalina y construido, según los planos de D. Francisco y D. Antonio Roca, gracias a una iniciativa de Ultima Hora. Después del acto, «que consagra en nombre de España la ofrenda de cuantos han contribuido a erigir este perenne recuerdo a las gestas gloriosas de aquellos marinos», desfilaron entre aplausos las tropas, mientras una multitud les ovacionaba.

El diecisiete de mayo llegó el momento de la partida, «que ha de quedar grabado en los fastos de la ciudad como uno de los acontecimientos de mayor relieve». Días más tarde el gobernador civil recibió un telegrama en el que se le agradecían las pruebas de afecto y de adhesión, rogándole lo hiciese extensivo a las demás autoridades de la Isla. Igualmente, el marqués de la Torre recibió un telegrama en el que se le expresaba el agradecimiento por las gratas atenciones recibidas con motivo de la estancia en su casa.