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Que estamos en Europa, y que por estarlo no hay fronteras, se nota también en la marginación y en la mendicidad, uno de sus mas importantes apartados. Y si desde hace años venimos detectando una entrada masiva de marginados extranjeros (ingleses, alemanes y holandeses, sobre todo), a los que vemos deambular a diario por es Born, donde acaban sentados en sus bancos de piedra comentándose la jornada que en nada, o en poco, se ha diferenciado de la pasada, y que será más o menos como la siguiente.

Luego, por la noche, se buscan el techo donde pueden dormir, unos en los habitáculos de los cajeros automáticos, otros "los de es Born" bajo los porches del palacete de los March. Eso en invierno, que en verano muchos se quedan bajo las estrellas y sobre las rocas del Passeig Marítim, frente a la Seu.

Pero es que además de marginados que ven pasar la vida yendo y viniendo hacia ningún lugar en concreto, y en la mayor parte de momentos acompañados de una cajetilla de tabaco, un bocata que vayan a saber de dónde lo han sacado... bueno, sí, de lo que obtienen aparcando coches, por ejemplo, y del vino en caja de cartón, están los mendigos. Los pedigüeños. Los que a diario se buscan la vida en la calle estirando el brazo con la mano abierta o colocando ante sí una cestita, al lado, seguramente, de un enorme cartelón en el que exponen su currículum de miseria. Y están estáticos, en los mismos sitios cada día, en la misma postura "casi siempre de rodillas" por lo que parecen elementos más del entorno. Sin embargo, no son estatuas, sino que viven, se mueven, van y vienen. Incluso tienen nombre, casa, familia, pero... ¿Quiénes son?

La mayoría de ellos son extranjeros. Portugueses casi todos y algún que otro sueco. Bueno, un sueco, grandote, llamado Korl que, sentado en la puerta de El Corte Inglés de Jaume III, ha colocado sobre sus rodillas una bufanda plegada en la que los paseantes depositan sus monedas. Chapurrea el español y no parece mal tipo.

Confiesa que se vino a Mallorca hace unos meses buscando trabajo "es del gremio de la construcción, me aclara" pero no ha tenido suerte. Digo yo que no lo habrá buscado bien, pues trabajo, y de albañil, es algo que abunda por estos pagos: «Pues no lo he encontrado», insiste. Así que, sin un duro y sólo con una mochila, tiene que pedir: «¿Que cuánto me saco al día? Poca cosa. Mil pesetas, para comer», porque dormir "dice" lo hace donde le pilla la noche. Korl está convencido de que cuando llegue el buen tiempo habrá suerte. Le dejamos veinte duros y le deseamos suerte.