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Bartomeu Pol empezó como aprendiz de pastor cuando tenía diez años. Hoy tiene sesenta, y sigue siendo pastor porque le gusta y es lo que mejor sabe hacer. Pero es consciente de que ya quedan pocos como él, y de que actualmente la mayoría de los ganaderos prefiere tener a las ovejas en los cercados. «De veinte años a esta parte 'la guarda' ha cambiado mucho. Nos levantábamos hora y media antes de que saliera el sol, y volvíamos a casa a dormir. No teníamos coches ni máquinas...».

Bartomeu es pastor y propietario de un rebaño de unas 250 cabezas, entre ovejas y corderos. Vigilar al ganado es duro, pero gracias a la 'guarda' se saca lo justo para vivir, pues no sale rentable alimentar a las ovejas con pienso, si se tiene en cuenta que el kilo de cordero puede venderse a unas trescientas pesetas y que por cada animal se obtienen unas mil quinientas. Y en esto se fundamenta el pastoreo: se intenta que los animales 'pasten' lo que encuentren por el campo, aunque en invierno y en verano haya que ayudarlos con rastrojo. Éstas son las estaciones más difíciles, pues queda poco pasto y hay que moverse más, e incluso en verano hay que 'guardar' de noche para evitar el excesivo calor y las moscas. Tomeu trabaja con los animales ocho o nueve horas diarias. Saca al rebaño cuando amanece y lo encierra al atardecer. Come en casa y después vuelve a la finca para seguir con la faena, porque también es necesario limpiar los corrales, o segar la avena de los cercados antes de que llegue el calor; hay que esquilar a los animales cuando llega mayo o ejercer de practicante vacunándolos contra la basquilla, enfermedad mortal entre las ovejas, o contra los parásitos intestinales. Llegado el caso, Tomeu ayuda a las ovejas parturientas, e incluso se queda por la noche con alguna si hace falta, porque a veces el cordero está mal colocado y es incapaz de nacer por sí mismo.