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Hoy comienzan los actos conmemorativos del tercer centenario del Seminario de Mallorca y, con motivo de esta celebración, tres jóvenes seminaritas y dos sacerdotes veteranos explican cómo han cambiado los tiempos en torno a este centro de formación del clero mallorquín. Joan Bauzà, rector del Seminario Mayor, recuerda de su paso por este centro una serie de rasgos positivos, como que «te introduce en el rigor mental, a través del estudio de lenguas clásicas, teología y filosofía, que son materias que te habitúan a pensar con rigor, y en la disciplina de acción». Bauzà destaca también que, «aunque en aquel tiempo se aprendían materias fundamentales, se inculcaba a los seminaristas el gusto por un abanico de saberes. Se podía investigar, dedicarse a la música, a la sociología de los pueblos, etc.»

El sacerdote Sebastià Salom destaca que, «mientras en los colegios no se estudiaba catalán, en el Seminario sí. En comparación con otros colectivos profesionales, en el Seminario se era más abierto hacia nuestra cultura».

Joan Bauzà y Sebastià Salom hablan de la época de los sesenta, cuando el Seminario de Mallorca tuvo una de las promociones más numerosas, «noventa», recuerda Salom, frente a los veinticinco que hay en la actualidad.

Ambos recuerdan que entraron en este centro de formación del clero con diez años y que la motivación que les llevó al Seminario no fue otra que la de ser sacerdotes. «No se puede decir que nuestra decisión fuera firme a esa edad, de hecho cada año muchos se retiraban porque no veían futuro y otros seguíamos. Yo, concretamente, tuve la mediación de otro sacerdote que me acompañó, siguió mi labor y me ayudó», explica Bauzà. El rector del Seminario aclara, sin embargo, que el Seminario no es el lugar donde entran aquellos que serán sacerdotes, sino aquellos que «están abiertos a la llamada del Señor y un día toman la decisión de hacerse sacerdotes o no». Bauzà y Salom coinciden en señalar que tanto en el Seminario de ayer, como en el de hoy, «hay una gran libertad para quedarse o abandonar». En todo caso, Salom cree que entonces «se estaba más condicionado. A veces "añade", abandonar se veía como un trauma».