Pequeños y mayores convirtieron Sa Rueta en una fiesta sin límite de edad. FOTO: PERE BOTA

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En la mañana de ayer, pequeños y mayores disfrutaron por espacio de tres horas en Sa Rueta, que, al igual que en ediciones anteriores, se celebró en Joan Carles I, Es Born y Antoni Maura, y en la que no faltaron ni grupos de animación ni castillos, y que contó, un año más, con una pasarela por la que desfilaron muchos de los niños disfrazados, magníficamente presentados por los animadores.

Como era de suponer, una vez más, el disfraz artesanal, hecho en casa, no sólo no superó al convencional, sino que se quedó a infinita distancia de éste. Pero da lo mismo. Total, si se trata de estar disfrazado, ¡qué más da si el disfraz es casero o comprado en la tienda! Y ayer, en Es Born, por la mañana, había muchísimos disfraces rulando, ya fuera a pie, en cochecito o a hombros de sus padres. Disfraces sin un patrón o idea concreta, sino ¡qué sé yo!... de animalito, de cura, de monja, de soldado, de abeja Maya, de Rambo, de princesa, del Zorro, de paquete, de máquina tragaperras, etc., que poco antes del mediodía habían prácticamente abarrotado gran parte del recinto, sobre todo Es Born, y más concretamente los alrededores de la pasarela. Debido a eso, el alcalde de Palma, acompañado por los concejales Carme Feliu y Jordi Llabrés, tuvo ciertas dificultades para hacer el recorrido, que culminó a la hora de haberlo iniciado. ¡Hombre!, hay que decir también que como el alcalde es persona popular, casi continuamente debe detenerse para saludar a la gente o para hacerse fotos atendiendo las peticiones de mayores y chiquitos. Por cierto, pese a no andar muy lejos los unos de los otros, el alcalde y su cortejo no se encontraron en ningún momento con la delegada Catalina Cirer y el suyo, o sea, hijas y marido. Diremos que este año Catalina y las niñas iban ataviadas de amarillo y transparente, al estilo «Las mil y una noches».