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El sistema público de salud se enfrenta con el aumento imparable del gasto farmacéutico a uno de sus principales problemas. En nuestro país existen varias razones, todas ellas de difícil solución, que provocan este enorme «agujero negro» en la sanidad pública. Quizá la más flagrante sea la alocada afición de los españoles a los medicamentos, pues nuestras estadísticas superan con creces a las de cualquier otro país del mundo. Nos encanta medicarnos y en demasiadas ocasiones los médicos secundan este desmesurado amor a las píldoras de muchos de sus pacientes. Los laboratorios, por su parte, tratan de incentivar a los profesionales del ramo para que receten sus productos y muchos médicos trabajan más a gusto con ésta o aquélla marca. No en vano a cambio de recetarla reciben «premios» o regalos procedentes de las casas comerciales que muy pocos son capaces de rechazar.

Así que, al final, los ciudadanos corrientes tienen que desembolsar "vía nómina" miles de millones anuales para costear los medicamentos de personas realmente enfermas, de otras que lo están menos y de millones de jubilados "algunos de los cuales obtienen de forma gratuita y fraudulenta las medicinas de toda la familia", proporcionando a su vez un gran negocio a la industria farmaceútica.

Una de las posibles soluciones recién propuesta es la incentivación a los profesionales para que receten medicamentos genéricos, sin marca comercial, mucho más baratos "aunque también hay excepciones", que beneficiarían al bolsillo del ciudadano y perjudicaría a laboratorios y farmacéuticos. Los médicos, alginos, están reticentes. Perderán quizás sus buenas relaciones con los laboratorios. Pero aquí hay que mirar exclusivamente por el enfermo y por el sistema nacional de salud y gastar menos en medicamentos.