Aunque parezca improcedente, incluso en el Día de la Constitución
es preciso volver a hablar de Maria Antònia Munar. La presidenta de
UM, que volverá a subir a los altares nacionalistas esta misma
semana, siempre termina recibiendo. Cuando las fiestas las organiza
el Govern, lo que recibe son elogios. Y competencias, o sea, más
dinero. Cuando el anfitrión es el Gobierno, como ayer, lo que
recibe son toques de atención.
En virtud del extraño maridaje que ayer protagonizaron la
delegada del Gobierno, Catalina Cirer y el president del Govern,
Francesc Antich, la presidenta de UM recibió ayer una cosa y la
otra. Antich le dijo que es necesario abrir el camino al
federalismo insular y Cirer le riñó por querer salirse de la
Constitución. Munar, impasible, aplaudió a uno y otro pero sólo
bostezó en uno de los dos. Adivinen cuál y no tomen conclusiones
precipitadas. Lo de ayer fue un auténtico matrimonio entre Cirer y
Antich. El president puso el sitio y la delegada, la comida, porque
el alarde de canapés que los próceres de la patria degustaron tras
los discursos fue pagado a tocateja por la delegada. Hasta la
invitación oficial para una invitación a la boda.
En toda crónica social que se precie hay que destinar una
parcela a las negritas. De la parte política resulta más económico
decir que las tradicionales ausencias fueron las de los pesemeros
Mateu Morro y Pere Sampol, además de la del coordinador de EU
Eberhard Grosske, todos ellos miembros del Govern, a mayor
abundamiento.
Pero si hubo un momento emotivo, éste fue la entrega de la Orden
del Mérito Civil a la viuda y al hijo de Paulí Buchens, Paula Mir y
Paulí. La delegada destacó los méritos humanos y profesionales de
quien fue director de Estadística y vicepresidente del Grup
Serra.
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