El camino de los aventureros mallorquines no siempre se hizo a pie, hubo jornadas sobre monturas.

TW
0

«Ha sido muy duro, pero ha estado súper bien», exclama Ana López al recordar la expedición al Aconcagua. Su marido, Ricardo Matas, explica que «yo tenía confianza en ella, pero mucha gente de aquí, de Mallorca, no creía que lo lográramos». Y es que además de poca experiencia en el terreno del montañismo, Ana padece de asma. Pero la mañana del 26 de enero, tras veinte días de viaje (se fueron de Son Sant Joan la víspera de Reyes), Ricardo y Ana coronaron la cima en la que la Policía Federal Argentina ha escrito a 6.962 metros de altura que «ninguna cumbre es imposible al elegir a Dios como tu guía».

Su compañero de viaje, Sergio Estorchs, no tuvo la misma suerte que ellos, ya que, al no aclimatarse al cien por cien, tuvo que desistir de hacer la fatal Canaleta, el último tramo de camino que «nosotros hicimos pasito a pasito, muy lentamente», comenta Ricardo.

Ahora la pareja, que ha tenido tan buena experiencia, ya piensa en su próxima meta: «Ya tiene que ser un ocho mil, pero para ello necesitamos muchísimo dinero, gente que nos ayude y patrocine como hasta ahora», comenta ella. Anteriormente, Ricardo había escalado en los Pirineos, en los Alpes franceses y en el Kilimanjaro africano. Con estas perspectivas el viaje de novios fue al Mont Blanc, pero la pareja se quedó en «tierra» por la adversa climatología. En el «asalto» al Aconcagua la meteorología se convirtió en una buena aliada, ya que lucía el sol.