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H an pasado setenta años de uno de los capítulos más populares y, a la vez, menos conocidos de nuestra historia reciente. La proclamación de la II República Española el 14 de abril de 1931 fue un hito casi sin parangón en este país acostumbrado a las guerras y las miserias. Unas elecciones municipales que dieron la victoria a los republicanos en las grandes capitales propiciaron el inicio de un período ilusionante y complicado que acabó como muchos se temían: con sangre, represión y silencio. España era entonces un país tercermundista, dominado por los caciques, con gran influencia del clero, pavorosamente retratado por Buñuel en aquel reportaje sobre las Hurdes que dio la vuelta al mundo. Mientras Europa entera se encaminaba en el período de entreguerras hacia un modelo de sociedad moderna, en nuestro país quedaban pendientes las reformas estructurales de siempre: la agraria, la educativa, la sanitaria... España seguía al margen del progreso y los movimientos sociales de izquierdas atesoraban ya para entonces experiencia, energía y grandes sueños por realizar. Llegado el momento, con la Familia Real camino del exilio, las fuerzas progresistas se hicieron con el poder. Por eso tal vez ahora "aunque a la mayoría de los jóvenes nacidos en democracia aquellos tiempos les suenan demasiado lejanos" casi todos tendemos a identificar el republicanismo con la izquierda, aunque poco tengan que ver. De hecho, a lo largo de ese lustro que duró la II República hasta la Guerra Civil se sucedieron hasta 18 gobiernos diferentes, alternándose en el poder las izquierdas y la derecha.

Hoy en vano nos preguntamos qué habría pasado si el alzamiento militar no hubiera abortado y reprimido aquel régimen de libertades, que procuró rápidos avances en materia social, pero que tampoco pudo evitar graves conflictos sociales y politicos que, desgraciadamente, desembocaron en la Guerra Civil. Setenta años después, la sociedad española en poco se parece a aquella de 1931. No se plantea ya, salvo en pequeños círculos, la disyuntiva monarquía-república. Lo que importa es vivir en democracia y en libertad.