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En ocasiones, el mundo de lo inanimado y lo fantástico cobra vida a través de la manipulación humana. Es natural que durante este fascinante fenómeno, el espectador se reencuentre con un placer profundo, nacido de la continua confusión de lo que es real y de lo que es imaginario. A veces sucede que el placer resulta tan intenso para el vidente, que tiene la ilusión de que cada objeto pueda tener vida, pueda liberarse del actor que lo manipula hasta llegar a ser autónomo. Éste es el objetivo primordial del Tercer Festival Internacional de Teresetes, organizado por S.C. Assistència Palmesana en colaboración con distintas instituciones de la Isla, que inundará las calles de Palma hasta el próximo domingo.

El cercavila, que salió en la tarde de ayer desde el Museu de Mallorca hasta los jardines de la Misericòrdia, dio el pistoletazo de salida a los distintos actos que se sucederán en los próximos días. Algunos de los personajes más entrañables de la infancia como los payasos, desde las grandes alturas provocadas por los originales zancos, recorrieron las principales calles del centro de Palma para animar a los viandantes a contemplar este mágico festival.

A continuación, la consellera de Cultura i Joventut, Maria Antònia Vadell, fue la encargada de presentar en los jardines de la Misericòrdia la tercera edición de este festival, al que calificó como «precursor del teatro de nuestros días». Además, arremetió contra la absurda idea que encabezan muchas personas de que este acontecimiento sólo se remite a los más pequeños de la casa.

Una idea que se negó en la primera de las representaciones que tuvo lugar a partir de las 18.00 horas. «Panxito cuiner i en Banyeta» de la Compañía Sebastià Vergés reunió a una gran cantidad de público infantil, así como adulto. Unos 100 niños se amontonaron en las primeras filas para contemplar de cerca a esas pequeñas criaturas de trapo, elementos indispensables para construir los tradicionales cuentos. Este primer espectáculo tradicional, recuperado en 1997, es una fiel reconstrucción de las teresetes de finales de siglo XIX y principios del XX, con canciones de El titella pròdig de Santiago Rusiñol. Gracias a esta obra, el público revivió un sainete donde se incide en las divertidas luchas de criados. La cara de asombro y felicidad se reflejó en total plenitud en las caras de los presentes, grandes y mayores. Además, los más pequeños ayudaron con sus testimonios a grito pelado al criado Panxito, que padecía las injusticias de su compañero Manel.