Hasta el 40 de mayo, no te quites el sayo, dice el refrán, que como tal no siempre se cumple, pues la playa, desde hace semanas, ya no está desierta sino ocupada por cientos -miles- de bañistas, tanto que hasta los vigilantes ya están en sus puestos, sobre las torretas. Entonces aparecieron ellas; primero llegaron dos y al rato, las otras tres. Jovencitas, guapas y simpáticas. ¡Anda, pero si son las chicas de las galas de Pachá y Tito's que en un plis plas se quedaron en diminutos bikinis, una de ellas con un tatuaje sobre su homoplato derecho y otras dos con sendas parejas de pearcings plateados en sendos ombligos que asomaban por encima de la cinturilla de la braguita bikinera.
Las lindas jovencitas, que aunque oponentes en la gala hacen buenas migas, decididas, se encaminaron hacia la próxima orilla, frenando su paso pues en el primer contacto con el líquido elemento sintieron el frío propio de esta época del año que se les subió piernas arriba, columna hacia arriba, haciéndolas tiritar un pelín, cosa que trataron de disimular con sonrisas y movimientos que concluyeron en chapoteos y con echarse el agua las unas a las otras y... bueno, pues que ya mojadas del todo se sumergieron hasta el cuello y... ¡pues ya está! Lo que pasaron ellas es lo que solemos pasar todos, sobre todo quienes el primer día vamos entrando pasito a paso pensado que así es mejor a entrar corriendo y tirarse sin más, dándose generalmente un barrigazo.
Tras tomar posesión del agua se les acercó un amigo sobre una Jet Marivent de seis plazas, preciosa y rápida, que para mí la quisiera a la hora de perseguir a la Schiffer por las calas, con la cual se dieron una vueltecita no más allá del pequeño faro. Para ser el primer día no estuvo mal.
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