Es, que se sepa, la primera vez en la historia que un rey
alcanza el poder aprovechando los recursos que pone a su alcance
una república. Se trata del ex monarca de los búlgaros, único de
toda su familia que tiene la nacionalidad y que habla el idioma,
Simeón II fue rey desde los seis a los nueve años, y desde que se
exilió en España toda su vida ha transcurrido aquí.
Los búlgaros han demostrado al ponerle al borde de la mayoría
absoluta que están cansados de los partidos tradicionales "derechas
e izquierdas", que se han sucedido al frente del país desde que el
comunismo del Este cayó en desgracia.
Inmersa en un paisaje dominado por la corrupción, empobrecida y
de espaldas a la realidad europea, Bulgaria ha votado
mayoritariamente a favor de una ilusión, de una esperanza y de un
sueño: salir del agujero en que se encuentra.
Para ello el ex rey Simeón creó hace apenas dos meses una
plataforma política poco definida que ha lanzado mensajes
propagandísticos tan fáciles de asimilar como su promesa de acabar
con la corrupción y llevar a Bulgaria a la Unión Europea y a la
OTAN, a la vez que acabar con la crisis económica. Todo ello es,
desde luego, ilusionante y atractivo, pero difícil de poner en
práctica, especialmente para un recién llegado al mundo de la cosa
pública. Sin embargo, habrá que esperar a ver los resultados para
poder criticar los métodos elegidos. De momento nada se sabe de
quién gobernará el país, si el propio Simeón o un profesional de la
política, por encargo. El ex monarca pide 800 días para empezar a
comprobar sus éxitos. Después de ese plazo, podremos opinar. Ahora
mismo habría que pedirle que, al menos, enseñe a hablar el idioma
de su país a sus propios hijos. Quizá así sí demuestre un verdadero
interés por la cultura de una nación de la que salió en 1946, hace
demasiado tiempo.
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