Omo Obakpolor siente nostalgia. Hace dos años y medio que abandonó
Nigeria, justo un mes antes de que naciera su segundo hijo. También
tiene una niña de 8 años. Hasta ahora, Omo trabajaba como un buey y
no pensaba en otra cosa que ganar dinero para enviárselo a los
suyos. Pero, de un tiempo a esta parte al joven nigeriano la
distancia se le hace eterna. Desea de forma desesperada que su
joven esposa se reuna con él en la Isla. Todos son obstáculos,
llenar formularios y más formularios, para no conseguir nada.
La burocracia es lenta para los inmigrantes que como Omo no
disponen de los papeles de residencia definitivos. El los tiene
prorrogados desde el pasado mes de diciembre, a pesar de que desde
hace un año y medio cuenta con un contrato en regla. Eso sí, tiene
la suerte de contar con un jefe excepcional, Antoni Perelló de Sucs
Bons S.L., una empresa situada en el polígono de Consell, no ha
dudado en absoluto para ayudar a su empleado. Perelló afirma que lo
que hace por Omo no es «nada extraordinario; no debemos olvidar que
nosotros también fuimos emigrantes. Mi madrina tenía tres hermanos
que partieron a hacer las Américas y es algo que no podemos
ignorar». Es por este motivo que rechaza posar en las fotografías:
«El protagonista es él, no yo», dice convencido.
A pesar de ese sentimiento, Perelló es uno de los pocos
empresarios de la Isla que demuestran una cierta sensibilidad. Omo
le trata como si fuera su padre, ya que el suyo ha muerto. También
dice de Perelló que es el mejor jefe que ha tenido. «A Omo le
dijeron que si alguien de aquí firmaba una carta de invitación,
como que convidaba a su mujer a pasar un máximo de tres meses fuera
de su país y se comprometía a mantenerla y realizar los trámites de
repatriación, la dejarían partir. El hacía cuentas de volverse a
casar con su mujer en la Isla para que no tuviese que marcharse,
pero lo planes no salieron bien», recuerda Perelló.
Antoni Perelló se ofreció a firmar la carta y fue a una notaría
para realizar ese trámite con el objetivo de que la mujer de Omo
pudiese viajar a Mallorca. También le adelantó dinero para que
pudiese pagar el billete de avión. «Después, enviamos los
documentos al consulado español de Nigeria que está en Lagos, y la
esposa de Omo viajó hasta esa ciudad para recoger el visado. Pero,
y aquí surgió una nueva dificultad, necesitaba demostrar medios
económicos». Perelló telefoneó al consulado para consultar cuánto
dinero había que enviar. Creía que igual con 100.000 pesetas o algo
más bastaría porque Omo sólo enviaba 10.000 ó 20.000 pesetas cada
mes. Pero, resulta que tenía que demostrar que durante los últimos
seis meses la familia había tenido ingresos considerables y eso era
imposible de demostrar. «Teníamos dos opciones: o comenzar desde
ahora a ingresar el dinero y esperar otros seis meses más o buscar
otras alternativas», comenta Perelló. Se dirigió a CC.OO. y le
aconsejaron que con el permiso de residencia prorrogado, Omo
comience a tramitar la reagrupación familiar porque tardaría menos
tiempo.
Omo cuenta los días que pasan. «Mi hijo no conoce a su padre. Yo
amo a mi país, pero no tengo dinero», afirma, con los ojos
llorosos. De hecho, el piensa en regresar a Nigeria, pero sólo
después de haber ganado algo de dinero. Ahora, sólo se pelea por
teléfono con su mujer porque hace mucho tiempo que están separados
y no aguantan más. Y más aún, Omo padece graves problemas
estomacales como producto de una mala alimentación. Y a raíz de
estas continuas gastroenteritis, también ha padecido el rechazo más
duro en propia carne. En el PAC de Binissalem no le quisieron
atender porque no tenía la cartilla médica, aunque cotiza en la
Seguridad Social, como cualquier otro trabajador.
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