Los «mini-cruceristas», mallorquines en su mayoría, disfrutaron de las modernas instalaciones del «Fortuny». Foto: G.A.

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Trasmediterránea, en combinación con Viajes Majórica, celebró el pasado domingo la entrada en servicio del superferry Fortuny con un minicrucero de vuelta a Mallorca en el que embarcaron 617 «turistas», en su mayoría mallorquines. Al mando del capitán Jaime Aloso el buque zarpó a las 09'30 horas del puerto de Palma para regresar a las 19'30 horas en su primera travesía de 175 millas en torno al litoral de la Isla. Un itinerario circular que se quedó pequeño ante la elevada velocidad del buque, que con sus cuatro motores de 39.000 caballos en funcionamiento llegó a alcanzar los 25 nudos, por lo que su potencia se redujo a tan sólo dos.

Todo el itinerario quedó «memorizado» en el sistema informático de a bordo a una distancia de dos millas de la costa, que realizó el buque sin necesidad de corrección ni asistencia humana en la sala de máquinas, con un máximo de deriva de dos metros sobre una «autopista» imaginaria sobre el mar. Así, desfilaron ante las impecables cubiertas del nuevo buque los más célebres parajes costeros en el sentido de las agujas del reloj. Cruzando la bahía, el Fortuny bordeó las costas de Calvià hasta alcanzar la altura del faro de Cala Figuera. Tras dejar El Toro y la ensenada de Peguera bordeó la bocana del Port d'Andratx hasta sa Dragonera. Allí empezó el tramo más espectacular de la travesía a lo largo de toda la costa norte hasta el faro de Formentor. Los pintorescos pueblos de Estellencs, Banyalbufar, el Port de Valldemossa y Na Foradada se sucedieron ante la blanca estela del buque hasta alcanzar la altura del Port de Sóller.

Desde aquel enclave se costeó el litoral más salvaje de la Isla, entre la Calobra y la Cala de Sant Vicenç. Tras franquear las bahías de Pollença y Alcúdia, desde las cubiertas del Fortuny su pudieron apreciar las magníficas calas salvajes de Artà hasta Cala Mesquida, para doblar después el faro de Capdepera y navegar a lo largo de la costa de Llevant, entre Cala Ratjada y el Cap Salines. Franqueado el canal de Cabrera, cuyo archipiélago quedó a babor y la colonia de Sant Jordi a estribor, se puso proa a Cap Blanc y a Palma. Desde el momento de zarpar hasta el retorno, los pasajeros disfrutaron de una espléndida travesía con visitas al puente de mando y la actuación de Els Valldemossa, junto a un grupo de bailes mallorquines en el solarium de la piscina. Los invitados pudieron degustar un variado menú a la carta en el restaurante.