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Por eso ayer, entre lo uno y lo otro, las playas de Mallorca estuvieron a rebosar, de gentes de aquí y de gente veraneante. Claro que, esto no es nuevo, pues, debido sobre todo al buen tiempo que venimos gozando desde después de la Semana Santa "incluso desde antes", la playa pocas veces ha estado desierta a pesar de que este año, según parece, los tordos vuelan bajos debido a una serie de problemas que hemos hecho padecer a los visitantes asiduos en los últimos años, tales como inseguridad, ruidos, obras por doquier, precios altos, algún que otro mal servicio y, por si faltara poco, la ecotasa dichosa, que ha hecho que algunos "dicen si un 30 por ciento" hayan preferido otras comunidades, otros países.

Contrasta, además, el hecho de que mientras Son Sant Joan vivía un auténtico caos, las playas mostraban un aspecto tan apetecible que, a buen seguro, habrá hecho olvidar a los turistas el calvario que padecieron a su llegada. Y es deseable que el recuerdo que quede en aquellos que se fueron, sea el de nuestras costas y el de nuestros paisajes y que esas imágenes hayan servido para borrar el mal trago que les hizo pasar la huelga de autocares turísticos.

Pero no seamos pesimistas (del todo) y pensemos que Mallorca tiene un buen peso específico como destino turístico de muchos países europeos. Por tanto, gocemos del día, del sol, del ambiente y de la gente, que había que ver lo bien y apacible que se encontraba junto al mar, sin duda el mejor antídoto a calores y estrés.