Por fin llegó el verano, y con él, las largas horas de espera en la playa intentando conseguir un bronceado perfecto que acentúe nuestra belleza natural. Para hacer de este trauma algo más dulce y llevadero, se suele recurrir a la lectura. Cuando los periódicos o las revistas se quedan cortos, son los libros, de mayor o menor extensión, los que nos transportan a otros mundos menos calurosos y asfixiantes.
Existen dos tipos de lectores estivales. Por un lado, los que se conforman con novelas rápidas de leer, no muy eruditas y con un argumento que no provoque un colapso en nuestro reblandecido cerebro. «El diario de Bridget Jones» es un ejemplo, ya que cumple los requisitos anteriores y, además, es divertido y ameno.
Y en el lado opuesto se encuentran los lectores que aprovechan sus vacaciones para zambullirse en la arriesgada aventura de leer novelas mucho más densas y complicadas, que no han podido descubrir antes por falta de tiempo. Gao Xingjian y «La Montaña del alma», Premio Nobel de este año, es una muestra clara de este tipo de relatos.
Los libros de bolsillo, que rescatan títulos antiguos, son muy cómodos para la playa. Las editoriales Plaza y Janés y Planeta son las que más ofertas presentan. Los niños, quizás por imposición, acuden a los cuadernillos de repaso y ayuda escolar. Santillana y Anaya en castellano, Barcanova en catalán y Oxford en inglés son los más demandados.
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